En Septiembre del 2017 mi tía, nieta de mi tío bisabuelo Francisco, su hija con su marido y yo, nos embarcamos en un viaje.

Nos fuimos a Mauthausen. Y estas fueron mis sensaciones:

MAUTHAUSEN, campo de exterminio, no puedes aguantar esas lagrimillas que caen despacio por la mejilla. Intentas disimular pero cada vez que te adentras y piensas, por lo que ves, te narran, lo que vivieron, es imposible aguantar.

Por él hemos planeado ese viaje.

Queríamos ver por nuestros ojos en donde estuvo.

Vamos entrando por esas puertas donde colocaban a todos y les hacían quitar las ropas. Los pelos de punta, escalofríos por sentir algo que no sabes como explicarlo.

Hacemos fotos y videos de todo, no queremos dejarnos nada, nos queremos llevar un gran recuerdo, de donde paso sus últimos años de vida.

Pasamos a otro sitio en donde se ven varios barracones tres de ellos, donde estaban los números 11, 12 y 13. Nos dijeron que ahí alojaban a los españoles, solían estar más de 2000 personas.

Me dirigí hacia uno de eso barracones, el número 11. Me iba acercando y me preparaba para subir esas escaleras de madera.

Me asomé muy despacio para ver por dentro como era e imaginarme lo mal que estuvieron allí.

Entré despacio. Me dio un escalofrío tremendo. Se me puso la piel de gallina. El olor, el olor que se respiraba era como si aún estuvieran allí.

Un olor de enfermedad juntándose con los maltratos que recibieron y con sus heridas abiertas por esas torturas que recibían a diario.

Yo viendo todo eso me imaginaba a mi tío bisabuelo ese sufrimiento que pasó, al igual que sus compañeros.

Besos allí donde estés.

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